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¡ Gracias, Alba ¡
Sólo tengo que decirte que no te has ido del todo, que la vida nos coloca y descoloca como peones de una partida de ajedrez, donde el perdedor – ¡ qué mala jugada ¡ -, en esta ocasión, hemos sido todos nosotros. Tu risa contagiosa, tu inquieta actitud, tu continuo murmullo en clase aún resuenan no muy lejos y siempre estarás correteando por los pasillos del recuerdo; te criaste en esta ciudad, en aquel colegio, en este Instituto, donde creciste y creciste entre callejones otoñales durante tus escasas primaveras, y hoy te duermes para siempre, así por las buenas, sin contar con nadie.
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Cuando repaso nuestras clases -después de tres cursos – sólo tengo una queja en la boca, y es tu endiablada naturalidad: ¡Pablo por aquí, Pablo por allá! y siempre tenías a alguna de tus amigas incondicionales alrededor para descargar sobre ellas todas tus dudas … ¡Qué grande y colorido grupo humano sois: Guada y Carmen, azules; Greta y Cristi, verdes; Sori, rosa; Elena, violeta, Javi, marrón… y tantos y tantas otras!
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Dicen que la vida es un juego de estrategia con unas reglas muy definidas, es ese ajedrez cotidiano en el que cada día hacemos algunos movimientos equivocados, errados, y entonces tenemos que cambiar nuestros planes, tenemos que mirar hacia otras laderas y recorrerlas ahora de forma solitaria, aislada, pero acompañada del empuje de todos nuestros familiares y amigos, y en esto la vida ha sido muy generosa contigo.
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Ahora que tu ausencia golpea nuestras clases, ahora que te escapas por las rendijas del tiempo, sólo decirte que mañana moveremos la torre en vez del peón… ¡y esperemos tener más suerte y tenerte mucho más cerca!
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¡Gracias por todo, Alba, chimichurri¡ ….
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